Nota: Esta es una columna de realidad-ficción, sobre todo ficción. Tómesela con humor (o con Armonil).

Es de suma importancia en estas fechas, el que no nos pasen gato por liebre en las empanadas, o perro por carne en los anticuchos, uno siempre debe exigir calidad. Lo malo es que muchos no lo entienden y el SERNAC se hace cargo de estos pillos con sus atentados hacia las buenas costumbres. Por eso, y para que esté tranquilo en estas fechas que se vienen, acá está la lista de las fondas que no lo van a molestar nunca más.

1- Fonda de Bikini

¿A quién se le ocurre poner una fonda bajo el mar? La gente en el 2014 reclamaba por el sabor a marisco de las Empanadas de Pino. Mientras la chicha la servían en caracolas en vez de los tradicionales cachos, el SERNAC no aguantó tanta frugalidad, y tuvo que hundir a los dueños de este despilfarro de chilenidad.

2-  Fondart

Sí, señores, el famoso Fondart tuvo su debut y despedida en el mundo de las Fiestas Patrias. Lo malo es que dejaron a cargo a artistas exiliados en Francia, haciendo que de las empanadas aparecieran fetos de ratón y sangre de vacuno en vez de chicha. Los más conservadores no aguantaron el asco, y la organización canceló la versión 2015.

3- Fonda Disco

Disco Stu, quien se considera un detractor firme de la cueca, tuvo la mala idea de fusionar las Fiestas Patrias con la ya anticuada onda de los años 70. Los más acérrimos a la chilenidad no dudaron en hacerle la cruz a este proyecto, y llevaron al dueño a meterse a la religión Hare Krishna.

4- Fon-Dalai Lama

¿Hay algo más fome que un 18 sin cueca? Exacto, una fonda en donde los organizadores se rasuran la cabeza y en vez de cueca hay música para meditar. No hay carne para celebrar, pero hasta los veganos se aburrieron de tan poca energía incrustada en el proyecto. Fracaso Total.

5- Ena Fon-Daer

La famosa y muy querida política Ena Von Baer fue el rostro de una fonda que lleva una variación de su nombre. A la gente, e incluso los simpatizantes de la UDI, la pasaron bien con los discursos de la senadora, que la gente creyó que era una rutina simpática. Pero el hecho de que las mejores empanadas se las repartían entre los amigos y que cobraran cinco lucas por todo, obligó al SERNAC a terminar con todo esto. ¡Que injusta es la vida!